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aunqueseaceniza

ese maldito yo

Corrección

Para ser justos con el mundo y contradiciendo una de las afirmaciones del post anterior: no era una historia sin valor comprobado; solo que yo entoces no lo sabía. Ese es el problema del monólogo interior: que uno se lo guisa y se lo come todo en el recinto un poco turbio de la cabeza. Suerte que a veces la realidad acierta con las intromisiones.

Ordenándome el mundo

Vamos a ver: primero, un cuento (Luisa me va a matar, si no); segundo, una tesis (que de por sí es maraña suficiente como para requerirle el hilo a Ariadna); tercero, el CAP (esta semana tengo reunión con la tutora); cuarto, Paul Celan, Emily Dickinson, José Ángel Valente, Blanca Varela, Octavio Paz, Alejandra Pizarnik, Luis Cernuda, Carlos Marzal, Claudio Rodríguez, a quienes tienes bastante abandonados de un tiempo a esta parte. Y mi hermana que se va al Amazonas el 21. Querida mía: habiéndote ya deshecho del imperio que sobre tu cerebro ejercía una historia sin valor comprobado y teniendo todo ese trabajo por delante, teniendo todos esos territorios en los que echar raíces (porque mira que tan solo una antología de la Dickinson es ya una morada infinita por cuyas galerías deambular), y sobre todo, teniendo unos amigos como los que tienes, ¿por qué no te dejas de veleidades y entras en materia?

Blanca Varela: sueña contigo misma y basta.

Desgana

Desgana Lichis en el-mundo.es

Sara me convence de que siento demasiada pereza como para dar explicaciones en quilométricos mails. Así que aquí estoy escuchando La cabra mecánica vestidita de domingo. Además no encuentro la cita de Ferraté.

Un Lichis en mi vida, es lo que yo quiero. "Me has dejao el corazón casi más tieso que el de un pobre parvulito castigado sin recreo": como queja amorosa es lo más sincero que he escuchado desde la lírica tradicional.

From lost to the river

Pasó un poco el frío, y como llueve, aquí estoy escuchando esta maravilla de Paris Combo mientras, en lugar de escribir el cuento de Luisa, hago proyectos sobre mails quilométricos, no por nada, sino tan solo por ser la molesta excepción a la tendencia humana que Ferraté definió tan maravillosamente aunque yo ahora no recuerde las palabras con que clavara la descripción del miedo a la franqueza. Llamo a N. para preguntarle si ella tiene el libro en que sale la cita exacta; pero comprensiblemente N. no está para cuentos, así que tendré que hacer una prospección en la biblioteca (a ver si Julia se acuerda y me salva).

En fin, aquí está mi eterno yo nunca escarmentado, dispuesto a saldar cuentas con el silencio. Ahora, eso sí, un poco más lúcido, un poco más irónico.

Canciones

Sentirse así a veces: como palabras dichas al oído de nadie.
La cita es de Los Rodríguez, claro.

La misma historia

La misma historia Marc Chagall, La casa incendiada o El carro volador, detalle

Debo atenerme a los perfiles de la realidad (el metal de voz de mi hermana, las canciones de Juan Perro, las Impatiens a punto de florecer) para no subirme al carro del arrebato. Es por eso que en lugar de seguir revisando cómo me encuentro ni cómo no, acudo a un poema de Carlos Marzal que suscribo en cualquier momento, e intento detener mi cabeza --máquina infernal-- yéndome a poner lavadoras.

CREDO QUIA ABSURDUM

Si no inspirara vértigo su hondura,
si no infundiese al alma aventurera
un frío sideral,
si no nos adeudara
los insólitos dracmas de los sueños,
si no hubiese negado nuestro nombre,
no habría para qué
ni para tanto.

Esta desobediencia
para con la cordura, este imprudente
amor desventurado es nuestra gloria.

Si no fuese a perder, no habría triunfo.
Cualquier pasión se impone en su arrebato,
cualquier enfermedad llega a ser íntima.

Alteza incomprensible,
tu púrpura es oscura.
No hemos llegado aquí para entenderte.

Bailo sobre las brasas, porque es triste.
Porque es tarde y ocaso, estoy de enhorabuena.
Me he dejado ir de mí, porque no hay fondo.
Porque es inútil, canto.
Porque es absurdo, creo.

A vueltas con la fisiología

A vueltas con la fisiología Ayer noche leí en la Contra de La Vanguardia una entrevista a un psiconeuroinmunobiólogo (ahí es nada) que afirmaba que sostener un pensamiento negativo durante un minuto deja el sistema inmunológico en estado comprometido durante seis horas. Que el agobio permanente lesiona las neuronas de la memoria y del aprendizaje, y que deja sin riego la zona del cerebro necesaria para tomar decisiones adecuadas. Que el modo en que nos hablamos a nosotros mismos influye en la salud o la enfermedad de la mente.

¡Acabáramos! Así que Sara y Lorena tenían razón. Así que he estado saboteándome yo misma. Vaya vaya. Así que la parábola del sembrador tiene una fiel correspondencia científica (no, si ya lo sabía la Dickinson), y que las palabras y el mundo entero solo pueden agarrar en la tierra si no se ha echado sal sobre ella. Se me está ocurriendo entonces que ahora mismito tengo que darles las gracias a Óscar y a Jordi: la gente nunca lo sabe; pero me muestra constantemente las fuerzas en que yo no creo. (Hay más: hay Lorena, hay Sara, hay Pablo, hay Julia; pero no son precisamente ahora.) Se me ocurre también que debo de ser dura como la roca, porque si tras catorce años de pesimismo --sensiblemente agudizado durante los dos últimos-- todavía conservo la cabeza sobre los hombros (en precario equilibrio, según algunos), es que nada puede acabar conmigo. Se me ocurre por último que filósofos y filólogos deben reclamar un plus de peligrosidad YA. ¡Los niveles de serotonina de los especialistas en Schopenhauer deben de estar bajo mínimos!

"La luz es un pretexto de la sombra"

"La luz es un pretexto de la sombra" Blanche, en Un tranvía llamado deseo: "A veces Dios existe tan súbitamente..."

Ya, bueno; pero siempre es una falsa alarma.

Vosotros

Gracias a Noelia, a Julia, a Jordi, a Margarita, a Sara, a Loli, a Celia y a Pau por no dejarme sola bajo la lluvia durante el episodio de las llaves y los llantos. Si no es por vosotros, se me cae la ciudad encima. Que os quiero más...

Georges de La Tour, Magdalena penitente

Georges de La Tour, Magdalena penitente Tanto tiempo echando al olvido lo mejor que me ocurre, como si fuese un signo equivocado, como si fuese una falsa pista colocada en el camino para que tropiece. Tanto tiempo perseverando en mi viejo propósito de secarme para evitar los estragos que estaba provocando un excesivo entusiasmo por la vida. Tanto sabotaje a las palabras. Al final lo logré: agostar el deseo. Se cede fácilmente al prestigio de la tristeza sin apenas atender a la complejidad del júbilo.

Pero voy a hacer de estos los días más hermosos.