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Noche de Carnaval

Noche de Carnaval

Después de comer, beber y bailar como correspondía a la hospitalidad de los que la acogieron, esta zíngara se encontró en la calle asumiendo verdaderamente los atributos de su nueva identidad: la noche quiso ponerse azarosa y epifánica, los caprichos de la suerte quisieron dejarla sin dinero, sin Visa, sin tarjeta de metro (que además estaba cerrado), sin llaves, sin móvil y sin amigos.  Conservaba, eso sí, la máscara y la pandereta.  Como los que no tienen soltura, tienen piernas, volvió caminando a su casa desde Gràcia: Lesseps, Travessera de Dalt (ah cómo echó de menos esa conversación pesada y encantadoramente monolítica que él solía darle, cómo hablaba sola con su fantasma y lo reprendía y lo consolaba), Ronda del Guinardó (qué extraña y qué ajena, como en un sueño con frío y cansancio del mundo,  la vista de las torres Mapfre desde allí arriba), Avenida Mare de Déu de Montserrat, Passeig Maragall, Plaça Eivissa (ah benditos los lugares conocidos, bendito sea mi barrio, bendita sea mi calle). 

Cuando llegó a su casa, besó la puerta.  Se durmió a los cinco minutos de meterse en la cama. 

Al día siguiente no tenía resaca.

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