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aunqueseaceniza

Agh!

Agh!

 El ecléctico culpable 

¿Logrará esta mujer sepultada bajo el peso de incontables artículos decimonónicos encontrar alguna línea lógica, por fragmentaria que esta sea, que explique los enloquecedores caprichos críticos de José Martínez Ruiz en el curso de 1898?  ¿Podrá esta desesperada estudiante de doctorado nuevamente metida a congresista por la gracia de Dios --existe, es implacable, y es Director de Departamento-- reducir la dispersión hasta ahora insobornable de los datos históricos a una teoría unificadora?  ¿Podrá alguna vez entender cómo es posible inciensar a Verlaine un día y lanzarlo por la borda tres días después?  ¿Podrá en algún momento --forzosamente dentro del término de esta semana-- comprender cómo se puede criticar el esteticismo y alabar a Adrià Gual en el transcurso del mismo mes?  ¿Se atreverá a sugerir esta pequeña mujer atónita que el Martínez Ruiz de 1898 era, desde el punto de vista de la crítica literaria, un mindundito entregado al relleno diario de la columna periodística de turno --la prostitución cultural ya había nacido--, y por tanto, practicante de juicios literarios tomados por los pelos y carentes de cualquier argumentación cabal, que no pueden subsumirse en una opinión unitaria porque lo mismo dicen hoy hache que mañana jota?  ¿Será capaz, en definitiva, de escribir algo con pies y cabeza para el en mala hora concebido Simposio de noviembre?

La respuesta, el próximo domingo.

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