Manifiesto gallina
Entre logos y veras, una huesera para anidar. Oh, Talía, Talía, Talía, mi madre ya lo decía, que Talía es una arpía. ¡Pues emputezcámonos! ¡Emputezcámonos! Oh, sí, emputecer. Nada de ser un cv magnífico, nada de ser el ojito derecho: emputecer, el cv al wc. ¡Emputezcamos! ¡A la mierda la Academia! ¡A la mierda la vuecencia! ¡A la mierda la mojama! ¡Emputezcamos! Ah, emputecer. Puta, puta, puta. ¡Todos putas! ¡Todos ETA! ¡Kaleborroquicémonos! ¡Kaleborroquicémonos! Ay qué hermosa cercanía, entre akelarre y sorgin herría. ¡Emputezcámonos! ¡Emputezcámonos! La vida, al hueso: emputecer. El pobre Quevedo, pobrecito, no saber que le estaba haciendo un favor a don Pablos al permitirle emputecer, enmerdarse, bajar a la materia, al barro, al hueso, a la calle, al vituperio, que me den ese nombre, ¡puta, puta! Que me den ese nombre y todo el margen que contiene. Mejor incluso que un pronombre, sibaritismo de don salado, ¡puta, puta! Quizá haya en un pronombre más libertad, pero en una palabra vilipendio hay una pedrada que atizar a aquellos que primero la lanzaron, Galdós dixit. ¡Emputezcámonos! ¡Kaleborroquicémonos! Oh goce del lenguaje, oh goce de ser lo que los otros arrojan de sí, aquello con lo que insultan sin saber lo que regalan. Puta, chapero, borracho. Con el lenguaje del Amo, yo me relamo.
El pobre Quevedo, dando armas a la chusma ascendida a través de los siglos. Oh, emputezcámonos. ¡Vilipendiémonos! ¡Que nos jodan! Ah, desbarrar, desbordar, supurar, sanvitear, agitarse endemoniá, ¡akelarre!, vomitar, descender hasta el osario y remover la mierda del calendario. ¡Ideales descompuestos, procacidad de repuesto! Y yo con estos pelos y sin firmar las catas. Ni depilarme las patas. Ah, ripio, cacofonía, coprolalia, escatología. Niña buena, buena nena, ¡poca cena y a la trena! Guillotina para el ángel del hogar. Y con la oficinista qué hacemos. Mujer modelo ¡emputezcámonos! Menos oficina y más sambar, ah, menos oficina y más okupar. Para el vacío de entre las piernas, más okupar. Para el vacío de las cabezas, más okupar. Y contra el muro venga una grieta por la que hablar. ¡Ah, por la que hablar, parlotear, despotricar! ¡Palabra puta, palabra hueso, palabra beso con que ripiar!
Pero qué hacemos con la oficina, con el trabajo, con la gallina. Qué hacemos con la que teme, que no se atreve, que permenece dentro el corral. Y solo sabe despotricar. Ah esquizoidea. Okupa, gallina, okupa. No sé okupar, no sé salir, no sé arrancarme la cadenita. No sé siquiera picotear los tobillos de los que se llevan los huevos. ¡Emputece, gallina! ¡Obedece al dicho, que el lenguaje es mina! Ah, qué hará la gallina con su servidumbre voluntaria y su poner huevos de ocho a dos. La gallina admiradora de la okupación y los huesos pero de lejos, porque los pesos y las facturas y las canas y el techo de menos y el grano en el granero. ¡Ah, qué haremos! Gallinita, gallinita, que te tienes que tener guardadita en un bolsillo como un pliego de papel. Cuatro pollos en un cajón, ¿cuántas patas y picos son? ¡Ah, Nicanor!
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