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aunqueseaceniza

Uno bien raro

Sueño que O. y yo estamos viendo un vídeo-reportaje sobre una tribu africana en que los tipos, durante una celebración, se meten un trozo de madera enorme y muy bien pulida en un agujero que tienen en el costado derecho, desde el apéndice hasta la clavícula: como los mursi, pero con un orificio gigante en el lado del tronco en lugar de tenerlo en el labio inferior. Ahí meten la pieza de madera, como si fuera un macropiercing. Después llega otro tipo de la tribu con un ariete también de madera y les da trompazos a los demás en el superadorno troncal; pero el superadorno no se cae en absoluto.

O. y yo nos preguntamos cómo es posible eso; pero da la casualidad de que el vídeo lo estamos viendo en el portero automático del bloque donde vive la periodista que lo ha hecho, así que picamos a su piso para preguntarle. La periodista resulta ser una antigua compañera mía de doctorado, a la que me encontré durante la última mani del 15M en Barcelona. No sé bien por qué motivo, la tipa nos invita a quedarnos a dormir en su casa. Yo me quedo en la habitación donde ella tiene durmiendo a su beba, que debe de tener unos 6 meses (menos de los que tiene en el mundo de la vigilia). La niña está en una especie de cuna-camilla-de-masajes al lado de una cama de matrimonio donde yo duermo. La madre se va a dormir a otra habitación. Dormimos con la luz encendida. La niña se despierta de madrugada, me ve a mí, que soy una extraña (está acostumbrada a dormir con la madre), se asusta, pega un salto de la cuna (que no tiene barrotes) y se cae al suelo. Mierda, lo que me faltaba, ¿se habrá matao? ¿Será solo un chichón? Joder, joder. Recojo a la niña del suelo, y ahora es como entre muñeca y de carne y hueso. La niña reacciona para mi alivio, y se agarra con una mano a mi pulgar. Me la llevo conmigo a la cama, pero conforme nos echamos, la niña se convierte en un hilo amarrado a mi dedo. Joder, joder, qué le voy a decir a su madre por la mañana: mira, tu hija se cayó al suelo y se ha convertido en un hilo amarrado a mi pulgar. Coño, me va a matar.

Al cabo de un rato estoy en otra casa, creo, no sé si la de mis abuelos en Burjulú, y el hilo del dedo vuelve a convertirse en un bebé, pero es un muñeco. Aunque yo me lo tomo como buena señal; es como si fuera una fase hasta que se convierta otra vez en bebé de carne y hueso. Y así me quedo, esperando a que el muñeco se vuelva humano para poder devolvérselo a su madre tal y como a mí me lo dejó.

3 comentarios

aunqueseaceniza -

Pues de filmar no tengo ni repajolera, Óscar; pero me has dado una buena idea: collages, collages. Jo, si este os gusta, cuando cuente el de la rata...

oscar -

puedes filmarlo, por favor?
bueno, no, la prosa en sí misma ya es insuperable.

Nadie67 -

Se te echaba de menos en la blogosfera. Fantástico relato, perdón, experiencia de la realidad onírica. De todas formas, yo no me haría excesivas ilusiones de que la beba vuelva a su estado habitual, sea cual sea este en la esfera onírica, así que yo iría preparando una buena excusa para la madre, aunque bien pensado, mejor esperar a la vigilia. Como la realidad cotidiana de septiembre siempre es peor, seguramente acabarás por añorar ese hilo que colgaba del dedo.