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Hambrientos

Hambrientos

cuídate de mí amor mío / cuídate de la silenciosa en el desierto / de la viajera con el vaso vacío  

"Por hambre yo entiendo esa falta espantosa de todo el ser, ese vacío atenazador, esa aspiración no tanto a la utópica plenitud como a la simple realidad: allí donde no hay nada, imploro que exista algo.  [...] El hambre es deseo.  Es un deseo más amplio que el deseo.  No es voluntad, que es una forma de fuerza.  Tampoco es debilidad, ya que el hambre no conoce la pasividad.  El hambriento es un ser que busca.  [...] el hambre que despechuga y vacía el alma de su sustancia, es la escalera que conduce al amor.  Los grandes enamorados fueron educados en la escuela del hambre. 

"Los seres que nacieron saciados --hay muchos--  nunca conocerán esa angustia permanente, esa espera activa, esa febrilidad, esa miseria que despierta día y noche.  El hombre se construye a partir de lo que ha conocido en el transcurso de los primeros meses de vida: si no ha experimentado hambre, será uno de los raros elegidos, o de esos raros malditos que no edificarán su existencia en torno a la carencia. 

"Quizá sea la expresión más cercana a la gracia o a la desgracia de los jansenistas: no sabemos por qué algunos nacen hambrientos y otros saciados.  Es una lotería.

"A mí me tocó el gordo.  [...] Como era de temer, esa hambre trajo consigo los peores contagios: desde muy joven, tuve la lamentable impresión de no recibir nunca la porción congrua.  [...] Era un complot cuyo secreto objetivo debía de ser la frustración.  'Alguien' (¿quién?, nunca lo supe) intentaba engañar a mi hambre.  Era un escándalo.  Por desgracia, a mi indignación le sucedió muy rápidamente la vergüenza, cuando comprobé que los demás niños se conformaban con aquella situación; peor aún, ni siquiera veían qué problema había.

"Vergüenza típica de la primera infancia: en lugar de sentirse orgulloso de su mayor nivel de exigencia, vivirlo como una singularidad culpable, ya que el ideal consiste en parecerse en la mayor medida posible a los individuos de tu edad."

Amélie Nothomb, Biografía del hambre, Barcelona,
Círculo de Lectores, 2006, pp. 19-22.

A veces uno necesita de un espejo.  O bien: a veces las palabras de otro son el trazo firme que perfila un esbozo apenas intuido.  Y cuando esa figura se completa, lo invade a uno la alegría de saberse.  Demonio, ángel o marioneta bufa, pero ya sabe uno a qué se deberá atener.  Esta mañana mi cerebro ha sentido temblar de gusto y abrirse dulcemente a todas sus dendritas cuando al leer a la Nothomb ha recordado que pasé los tres primeros días de mi vida sin comer lo bastante. Al parecer mi madre no tenía leche suficiente, nadie se dio cuenta, y yo me pasaba las noches berreando.  Hasta que el pediatra me reconoció y le dijo a mi madre: "Señora, lo que esta niña tiene es hambre".  El médico indicó una medida de biberón y a partir de aquel día pasé las noches como una bendita.  ¿Tengo que añadir que suscribo letra a letra todo lo demás?

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1 comentario

N. -

Y desde entonces le has cogido gusto... doy fe.