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Violencia inmobiliaria

Violencia inmobiliaria

A Salvador Miralles Albesa han querido asesinarlo por haber impedido la recalificación de 15.000 m2 en Torroelles de Foix.  El sector de la construcción ya no se anda con chiquitas: ha pasado de un mobbing inmobiliario que no deja huellas (no huellas legalmente punibles, por lo menos) al matonismo de encargo.  Y se comprende: lo que hay en juego no es poco.  Barcelona entera es actualmente la presa de un plan económico destinado a convertirla en centro de inversión de capitales, plan que hace de la burbuja inmobiliaria un medio excelente de presión contra todos aquellos grupos de ciudadanos que no encajan en la nueva imagen de la urbe o en los nuevos medios de producción económica.  Para venderse más y mejor, hay que lavarse la cara, barrer las calles y montar el escenario.  Y a los que no son director de escena no les queda más remedio que cumplir con el papel asignado, sea de anciano acosado por la empresa de turno que quiere comprar la finca donde es el único vecino que todavía no ha vendido, sea de joven mileurista con la independencia hipotecada, sea de víctima de la Cosa Nostra. 

Después van por ahí endilgándonos el discurso del civismo.  Como dice Julia: que los pisos estén por las nubes y los sueldos en la alcantarilla es cívico de cagarse (perdonen ustedes que me ponga parriana, pero es que cuando me doy tal dosis de realidad, me da por hablar de la mierda). 

Yo, por eso, suscribo todo lo que dice este documentito, aunque todavía no ande más que en pañales.

1 comentario

manuel h -

cuando lo leí en el periódico no pude por menos que recordar Chinatown, de Polanski