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aunqueseaceniza

Se quiere otra vida

Sueño que tengo mi mesa de trabajo en una casa decimonónica, en uno de esos miradores acristalados que hay en los comedores, y que más allá se ve un paisaje un poco como los del valle del Orcia, y sobre él un arcoiris entero, de punta a punta. Pienso: voy a hacerle una foto con el móvil para enviársela a Silva; pero el arcoiris no cabe en el encuadre.

Después vamos Silva  y yo por Gran Via de les Corts, en una manifestación. La policía comienza a bombardear con pelotas de goma que lanzan desde helicópteros. Entonces nos guarecemos en una portería que hay en un chaflán y nos sentamos en las escaleras mientras esperamos a que escampe. Vemos la calle por la puerta entreabierta de la portería; pero ya no es Barcelona, sino la costa portuguesa. La arena de la playa comienza al pie de la puerta, y más allá se ve el mar al atardecer, que hace esquina. El mar haciendo esquina. Le digo a Silva: tendríamos que quedarnos a vivir aquí. Al rato pasa F. en bicicleta y se va hasta un huerto que hay un poco a la derecha, sobre la misma arena, y se pone a arar con otros tipos, sin animales, inclinándose sobre el arado.
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