Lo que el agua dice
Bubión es un pueblo de la Alpujarra colgado a 1300 metros sobre el resto de la existencia. El cielo allí está en permanente estado de evaporación, y a lo lejos todo se ve tras un cendal que desdibuja el mundo. Quizá es por ese motivo, porque se halla ajena a todo lo que no es su propia vida, porque permanece ensimismada en el empinado laberinto cubista de sus calles, que la realidad en Bubión se basta y se sobra para llenar los días. Y sí: yo podría quedarme en ese pueblo la vida entera contemplando cómo florece el color en los pétalos de un geranio. Mi hermana dice que el problema en un lugar así es qué hacer si te da un infarto; pero yo digo que en Bubión eso es sencillamente imposible (puede uno morir de un testarazo al resbalar con el pavimento; pero de infarto, fijo que no).
El agua de la sierra mana a la vuelta de todas las esquinas, y por la noche, cuando ya no se oyen los pájaros ni la gente se detiene a hablar bajo los balcones, si uno cierra los ojos y pone atención, puede escuchar el borboteo de las fuentes. Es así, a ciegas y con los oídos anegados en rumores, como se aparece la imagen de un pueblo secreto y hondo: el de ese tiempo que se desliza sonámbulo por los arroyos, flotando sobre un oscuro, líquido sueño.
El agua de la sierra mana a la vuelta de todas las esquinas, y por la noche, cuando ya no se oyen los pájaros ni la gente se detiene a hablar bajo los balcones, si uno cierra los ojos y pone atención, puede escuchar el borboteo de las fuentes. Es así, a ciegas y con los oídos anegados en rumores, como se aparece la imagen de un pueblo secreto y hondo: el de ese tiempo que se desliza sonámbulo por los arroyos, flotando sobre un oscuro, líquido sueño.
1 comentario
marcos -