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Los clásicos

Al oír a este señor, he recordado a don Inocencio nadando al tiempo que sibilinamente guarda la ropa. Bien decía Ricardo Gullón que ciertos personajes de Doña Perfecta guardan en sus corazones la más acendrada tradición del reaccionarismo español:

[...] mi labio no os incitará a la pelea. No lo ha hecho nunca ni ahora lo hará. Obrad con arreglo al ímpetu de vuestro noble corazón. Si él os manda que os estéis en vuestras casas, permaneced en ellas; si él os manda que salgáis, salid en buen hora. Me resigno a ser mártir y a inclinar mi cuello ante el verdugo, si esa miserable tropa continúa aquí. Pero si un impulso hidalgo y ardiente y pío de los hijos de Orbajosa contribuye a la grande obra de la extirpación de las desventuras patrias, me tendré por el más dichoso de los hombres [...].

A día de hoy, también nos piden que mostremos lo que tenemos en el corazón. Si Galdós levantara la cabeza, el pobre.

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