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Líbano (II)

Líbano (II)

Cuenta Tomás Alcoverro, en la edición impresa de La Vanguardia, que los libaneses han estado recibiendo llamadas telefónicas a eso de las 5 y media de la mañana para aconsejarles en perfecto árabe que abandonen sus casas, en previsión del legítimo ataque del estado israelí, que responsabiliza --sigue la voz-- de lo ocurrido al gobierno y al pueblo libanés.  Ya se sabe: el chií es criatura radical y belicosa, y en cada casa hay un terrorista que afila sus dientes.  (Esto me recuerda aquella noticia del NY Times sobre el ataque a Libia en 1986 (la cita la obtengo de Joe Sacco), en que se decía que la tienda beduina en que había caído uno de los misiles norteamericanos era en realidad una sede camuflada de Muammar Qaddafi.)

La ONU ha recomendado al ejército regular que ni se les ocurra intervenir: de lo contrario Israel los pulverizaría literalmente.  (Ya se conocen el percal: en el 96 los mandos de los pequeños cuarteles se desvivían por hacerse con una bandera que los mantuviera al margen de los ataques.)

(He visto una fotito de Condoleezza Rice en que, tras la última rueda de prensa sobre el Líbano, sale de tribuna airosa la figura, contorneada por el conjunto a lo Chanel, saludando al personal con gracejo monárquico y pisando fuerte al tiempo que derramando los encantos de una presentadora televisiva.  Miradla aquí, enérgica y decidida, el gesto vigoroso y potente del gran héroe americano...  Ni Joan Collins en Dinastía, de verdad.)

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