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Antígona de nuevo (II)

Leyendo un post de Óscar, me vuelvo loca buscando uno mío de diciembre de 2004 y resulta que ha desaparecido (Blogia y su reconversión).  Se puede encontrar el original (17de diciembre de 2004) en la versión caché de Google si se introducen en la búsqueda los términos "Antígona", "Unamuno" y "Pilar Manjón".  Pero lo vuelvo a copiar aquí:

"Decía Adorno que la verdadera obra de arte, sea o no sea ese su propósito consciente y originario, posee la capacidad de revelar lo oculto tras la ideología, dándole oportunidad de que rompa a hablar. La realidad, en ocasiones, tiene los mismos aciertos. Ocurrió anteayer: estaban los mercaderes (aunque no sé si la analogía bíblica les queda grande) dispuestos a legitimar el templo poniendo a su actuación el broche de oro --concedamos al pueblo su exigua pero lucida parcela de representatividad--, cuando de repente se encontraron a Pilar Manjón repartiendo hostias a todo Dios. Dice Arcadi Espada que la lástima es que a esta mujer se le vaya a hacer más caso por lo que lloró que por lo que dijo, por el papel de mater dolorosa que se le adjudicó que por el dudoso valor de las verdades que pudiese haber puesto de manifiesto. Pero no hay que confundirse: que los medios de comunicación y la marcha sempiternamente autista de nuestra política vayan a prescindir de esas verdades y a pervertirlas silenciándolas bajo el juego de la compasión no significa que aquellas no deban ser dichas, y menos aun que decirlas no sirva para nada. Solo faltaría que, como dice mi madre, además de joíos, apaleaos: obviamente la clase política lo mismo se pasa por el forro una manifestación ciudadana que la opinión de la Asociación de víctimas del 11-M; pero estaríamos buenos si por esa sordera de cínicos no siguiésemos pegando gritos. Con nosotros, no, mis mercaderes, con nosotros no. Quizá me sobra la ingenuidad que a Espada le falta (cosa que suscribirían bastantes de mis amigos); pero yo confieso que sentí un orgullo cívico casi insano --calma, calma-- al oír a Pilar Manjón reclamando que se devolviese a los ciudadanos el protagonismo que los partidos se han arrogado todo este tiempo (joder: para una vez que este país se despierta y que lo hace rompiendo todas las formalidades que tuviera que romper para señalar una ley más alta que la formal, y resulta que no, que es que hemos sido todos hipnotizados por el teléfono móvil). Además otra cosita: que la televisión se dedique a explotar el detalle lacrimoso y prescinda sibilinamente de las razones, no es excusa para descartar estas como inválidas. Ese prejuicio acerca del sentimiento es ya muy viejo como para que todavía sirva de criterio valorativo: el sentimiento puede ser manipulable, no lo niego (sobre todo si puede reproducirse en diferido); pero no tiene porque carecer necesariamente de inteligencia. Lo dijo la propia Pilar Manjón y estoy segura de que Unamuno hubiera suscrito sus palabras: "un argumento sentido no es un argumento torpe", y al racionalismo hace ya mucho tiempo que se le hizo la crítica de excesos.

"No voy a quitarle razón al que piense que el poder se lo asimila todo, discurso antisistema incluido (lo que no mata, engorda, parece ser su política). No obstante, recordando aquello sobre el pesimismo del pensamiento y el optimismo de la acción, me reafirmo: hay cosas que deberemos seguir haciendo siempre. Los actos de autenticidad son frágiles, inermes y fatalmente pequeños en medio de la vorágine. De ellos poco se sabe, porque su fogonazo se extingue pronto y luego vuelven las cosas a quedarse a oscuras. Pero se producen. Ahí ha estado esa intervención final en la comisión del 11-M. Es posible que el olvido se la coma. Es posible también que los medios de comunicación la hayan convertido en lo que no es. Es incluso posible que su ejecutora se transforme en símbolo de lo que otros quieren si no se anda con cuidado. Pero fue por un momento. Y ahí estuvo si no Creonte, a quien la aparición de Antígona le repateó los higadillos."

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