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Los últimos

Los últimos Voces que se resisten a morir: eso es la tradición (y así la entiende, por ejemplo, un libro como Cuaderno de Nueva York). Ocurre, sin embargo, que rescatar los frágiles susurros de entre el olvido se consideraba antes empresa de salvamento colectivo. Ahora, no me atrevo a afirmar si para bien o para mal, la transmisión de esas voces se está volviendo a convertir en un rito para iniciados, para miembros secretos de una secta que cuchichea en algún rincón lóbrego de un pasillo universitario, que en madrugadas solitarias arrastra sus peregrinos pensamientos por algún andén del metro, que comparte un lenguaje antiguo y oscuramente encendido cuyo rumor ha de perderse en las sombras.

Xavier Pericay: La extinción del profesorado

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